Matamoros

Urge reglamento de Justicia Social: el desorden con la basura ya es insostenible

Por Redacción: Mariela de Alejandro

La basura se ha convertido en el símbolo más evidente del desorden que impera en nuestra ciudad. La falta del tan anunciado Reglamento de Justicia Social —prometido por el síndico Julio Hernández— ya no es solo una omisión política: es una urgencia ciudadana. El caos avanza, los espacios públicos se deterioran, y la ciudadanía lo está gritando a los cuatro vientos.

Un caso emblemático: la Rotonda de la Buenavista, donde los vecinos no piden, claman. Su denuncia ya no es una sugerencia; es un grito de auxilio ante el abandono, la acumulación de residuos y la conversión ilegal de un espacio recreativo en una zona comercial, supuestamente «por la necesidad de recursos».

La situación revela un acuerdo tácito —y peligroso— entre algunos emprendedores y autoridades: “tú vendes, yo cobro, todos ganamos… y todos ensuciamos”. El problema: nadie limpia.

Este pulmón verde de la ciudad, que debería ofrecer descanso, oxígeno y encuentro social, se ha convertido en un negocio para muchos y una vergüenza para todos. Y no es el único. Se repite en varias colonias, donde la basura se acumula, las reglas brillan por su ausencia, y la autoridad simplemente no actúa.

El reglamento que tanto se ha prometido no puede seguir en el cajón. Y debe ser parejo. No puede ser un documento hecho para castigar a quien menos tiene. Si alguien contamina, paga. Si no puede pagar, que trabaje, como se hacía antes, cuando violar normas implicaba limpiar calles, barrer parques o hacer trabajo comunitario.

Aquí no puede haber ricos impunes ni pobres humillados: justicia social es equilibrio, no espectáculo. Si se va a sancionar, que se sancione parejo. Si se va a limpiar, que todos barran.

Lo que hoy tenemos es una cadena de omisiones. Varios niveles de gobierno han fallado en aplicar la ley, mantener el orden y respetar los espacios públicos. Si no se actúa ya, el deterioro será irreversible.

Porque cuando la basura se acumula, no solo huele mal: también se nota la podredumbre institucional.

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